Vivimos en la era del Internet, de las redes sociales, de los teléfonos móviles, los perfiles de Instagram, los vídeos de TikTok, los tweets, los directos de Twitch, los vídeos de YouTube…
Todos estos nuevos medios de comunicación, muy distintos a los que tuvieron presentes en su infancia nuestros padres, han desarrollado una curiosa nueva forma de comunicarnos que poco tiene que ver con lo que ocurría en décadas anteriores.
La juventud de estos tiempos invierte una media de 4 horas y 15 minutos al día con su móvil, pero no sólo somos nosotros quienes hacemos uso de estos dispositivos, los adultos mayores de 45 años dedican a su pequeña pantalla 3 horas y 10 minutos de media. Cabe recordar que, aproximadamente, el 67% de la población mundial tiene acceso a un teléfono móvil.
Todos estos datos han sido recopilados para este artículo con el objetivo de que el lector sea consciente de la cantidad de personas que tienen acceso a esos mismos tiktoks, esos vídeos de Youtube o ese directo de Ibai que él mismo está consumiendo.
Debido a estas redes sociales por las que el ciudadano actual se relaciona con otros en su día a día, la deshumanización ha poblado nuestros hogares, y este es un problema que resulta muy preocupante a la hora de hablar de prejuicios, hate o cyberbullying.
La deshumanización se lleva a cabo cuando el usuario de estos medios de comunicación “se olvida de que está hablando con otros seres humanos”. Otros seres humanos que a su vez se olvidan de que hablan con otros seres humanos y así sucesivamente, hasta que se pierde la total noción de sociedad.
La deshumanización viene de la mano de la despreocupación por los sentimientos y los pensamientos de los demás, convirtiéndonos así en seres fríos, hipócritas y (la favorita) anónimos.
El ser humano disfruta de su anonimato. Disfruta ejerciendo todas sus interacciones sin ser reconocido por nadie. Estas mismas interacciones pueden variar desde una inocente conversación con una amigo on-line hasta un tweet cargado de odio hacia una celebridad, un colectivo o una persona en específico.

No obstante, frente a estos comunes ataques surge un contraataque muy efectivo también. Se trata de la educación, la cual se imparte de la misma manera, a través de estos medios que permiten el odio entre personas.
Esta educación es impartida por otras personas, ya sean gente ofendida por los comentarios despectivos que han presenciado hacia otros o las mismas víctimas de estos ataques que hacen uso de su palabra para educar al resto e intentar que el odio y la violencia no tengan cabida en la sociedad actual.
Estos educadores han conseguido grandes avances hacia el respeto de muchas personas. Los movimientos con mayor visibilidad que han sido llevados a cabo en los últimos años han sido con el objetivo de defender a la mujer, la raza negra o el colectivo LGBT.
Gracias a ello, se consigue una conciencia global mucho mayor para la población, la cual a su vez media de forma más eficaz sus formas y lenguaje a la hora de hacer comentarios a alguien, ya sea por su país de origen, su clase social o su profesión.

Es importante que nos demos cuenta de que nuestras acciones tienen consecuencias, y no importa si las realizamos cara a cara o a través de la pantalla. Es por ello, que desde “El Juvenil”, pedimos disculpas si hemos podido, de cualquier modo, ofender a alguien, siempre de manera no intencionada.
Como individuos que están en pleno proceso educativo, los alumnos experimentamos de primera mano lo que implica esta transición social en busca de la tolerancia. Con este proyecto y cada artículo que publicamos, tomamos consciencia de la transcendencia de nuestras palabras sabiendo que de los errores también se aprende.