En la pelea contra la apropiación cultural en la industria de la moda, la secretaria de Cultura de México, Alejandra Fraustro, está en la primera fila. En tres años desde que fue nombrada, Fraustro ha escrito cartas de protesta a muchos diseñadores internacionales acusándolos de copiar diseños de pueblos indígenas mexicanos: Carolina Herrera, Isabel Marant, Louis Vouitton, Zara, y otros más. Algo está logrando con esta estrategia: este año Nike le pidió que la secretaría les asesorara para hacer una nueva línea de tenis en honor al Día de Muertos.

En el encuentro de arte textil mexicano en los pinos ‘Original’, ha habido mesas de diálogo, conferencias magistrales y pasarelas conforman la programación, en donde estarán representados alrededor de tres mil artesanos de todo México, para lo cual se hicieron 24 rutas por todo el país, incluso en aquellas que pareciera que no tienen algo para mostrar, como Baja California Sur, “que tiene pocos elementos que uno reconoce como identitarios, pero ahí sus textiles son pintados a mano”. Además, dentro de la propuesta de Original se encuentra un área de negocios, donde los artesanos son acompañados en el diálogo con marcas que han respondido al llamado, más allá de lo desigual que fue la respuesta a las cartas enviadas en su momento desde la Secretaría de Cultura con algunas marcan diciendo que era un homenaje a la cultura pero queriendo trabajar con los homenajeado y otros pidiendo disculpas. Afortunadamente, las marcas a las que se les hizo el llamado retiraron en su totalidad las piezas del mercado y casi el 90 por ciento pidió colaborar con las comunidades.

Fraustro inauguró este jueves un nuevo símbolo en la difícil pelea, una exposición de moda de cuatro días en la antigua residencia presidencial de la capital, en el que las que están en el centro no son ni Herrera ni Marant. En el centro de la pasarela, esta vez, están los textiles artesanales de México. La pasarela es muy original, con estructura que por su diseño gráfico evoca a una serpiente a blanco y negro que recorre, desde las escaleras del interior hasta las escalinatas de la entrada principal de la Casa Miguel Alemán, del Complejo Cultural Los Pinos, de la Ciudad de México.
