37 años del Challenger, los astronautas que “abandonaron la faz de la tierra para tocar el rostro de Dios”

Hace 37 años, el mundo entero miraba con admiración el que iba a ser el próximo hito de la NASA. Habiendo traspasado los requerimientos que se necesitaban para ser astronauta, la profesora Christa McAuliffe, había sido confirmada como la primera civil que iría al espacio. A raíz del extraño e innovador evento, todos los colegios pusieron sus focos en el evento, y se calcula que alrededor del 17% de los americanos iban a ver el increíble evento en vivo.

            Christa estaba destinada a ir al espacio a bordo del transbordador espacial Challenger junto con otros 6 astronautas para el 22 de Enero de 1986 en Cabo Cañaveral, pero retrasos de misiones anteriores y altercados por el mal tiempo y la disponibilidad hicieron que el lanzamiento se tuviese que retrasar hasta el 27 de Enero, donde se encargaría de llevar dos satélites y colocarlos en órbita alrededor de la Tierra, además de llevar a Christa al espacio. Sin embargo, por problemas mecánicos con la escotilla de la nave, se tuvo que postergar de nuevo hasta el día siguiente, 28 de enero, que acabaría siendo la fecha de lanzamiento definitivo.

La mañana del lanzamiento era fría, mucho más fría de lo que se esperaba,  los temperaturas rozaban 1ºC, y a pesar de que un pequeño número de ingenieros dijeron que esto podría perjudicar al cohete, se acabó decidiendo que no supondría un problema para la operación, dando luz verde al lanzamiento. A las 11:28 de la mañana, 10 minutos antes del lanzamiento, se retiraba al pasillo que había permitido a los astronautas acceder al transbordador, sellando la nave destinada a las estrellas. Los espectadores estaban ya en sus sitios, a varios kilómetros del cohete para protegerse de la onda de choque que provocaría, preparados para ver a sus familiares o conocidos llegar hasta donde muy poca gente había llegado, y dar un nuevo paso en la exploración espacial. El colegio donde trabajaba Christa reunió a todos sus estudiantes para que viesen el lanzamiento a través de televisiones: La que iba a ser la quinta mujer en el espacio era su profesora, y no podían estar más orgullosos. Con el cohete suministrado con el combustible para el vuelo, se desconectaron los suministros de hidrógeno, combustible y oxígeno, de acuerdo con el protocolo. A las 11:37:50, ante la atenta mirada del planeta, comenzaba la cuenta atrás: 10, 9, 8, 7… A los 6,6 segundos, los motores principales del transbordador se encendían al 100% de su potencia. Las personas allí reunidas miraban con asombro el espectáculo, reían de alegría al ver el enorme prodigio de ingeniería que se preparaba para conseguir lo que años atrás se consideró imposible. El capitán de la aeronave cerró los ojos, rezó a Dios y se preparó para el empuje que estaba destinado a llevarlos más lejos que nunca. 5, 4, 3… desde el fondo de la fosa sobre la que se sustentaba el cohete comenzó a salir toneladas de agua, que reducirían las ondas de sonido tan potentes que dañarían la estructura adyacente, y allí mismo, donde millones de ojos se concentraban, 7 pequeños astronautas se preparaban para enfrentarse a la inmensidad del universo. 2, 1…

El transbordador se desconectó de la torre contigua, mientras que los aceleradores de combustible sólido adyacentes (ACS) comenzaban su ignición. Los pernos que sujetaban el transbordador al suelo explotaron, y la majestuosa nave comenzó su atronador ascenso. Vítores sonaron por las gradas, mientras que el transbordador ganaba altitud y velocidad, luchando contra la gravedad para llevar al ser humano donde se supone que no debería estar; desde la sala de control, los datos eran perfectos. Ante la mirada de todo un planeta, el transbordador comenzó a maniobrar, dando la vuelta al vehículo. Los ojos de las madres y los padres allí presentes estaban llenos de orgullo y esperanza. A los 28 segundos el transbordador alcanza “Max Q”, la máxima carga aerodinámica que puede soportar el transbordador, por lo que los motores principales bajan al 65% de su capacidad para contrarrestar esto, tal y como estaba previsto. A los 51 segundos vuelven a acelerar al 104% de su capacidad. Para entonces ya habían alcanzado la velocidad del sonido, y los astronautas pensaron en lo insignificantes que eran comparados con el universo, en el esfuerzo que se tenía que hacer para llevar a siete personas a orbitar la tierra.

            A los 68 segundos, el centro de control informaba que podían proceder a acelerar aún más, tras lo cual el piloto de la Challenger, Dick Scobee, respondía “recibido, Challenger acelerando”. Fue la última comunicación emitida por el Challenger, ya que apenas un segundo después de haberla emitido, la lanzadera estalló en mil pedazos.

** ADVANCE FOR USE FRIDAY, JAN. 28, 2011 AND THEREAFTER ** FILE – In this Jan. 28, 1986 file photo, the space shuttle Challenger explodes shortly after lifting off from the Kennedy Space Center in Cape Canaveral, Fla. (AP Photo/Bruce Weaver, File)

            Desde tierra los espectadores vieron cómo se formaba una misteriosa nube donde estaba el transbordador, que se dividía después en dos penachos de humo. Los espectadores vitorearon, ya que les habían dicho que el transbordador se desharía de los aceleradores de combustible sólido y que serían una vista impresionante, por lo que quedaron asombrados por la espectacularidad; sin embargo, se veían algunas caras preocupadas en el público. Tras segundos de incertidumbre, la gente no sabía que pensar, no veían bien y parecía que se hubiese dividido en varios trozos, y a los 110 segundos del lanzamiento, desde el centro dijeron que estaban “observando la situación atentamente, ya que había habido un problema”. Segundos después, llegaba el escalofriante mensaje: “Tenemos información del oficial de dinámica de vuelo de que el vehículo ha explotado”. Nada más terminar la frase se escucha el desgarrador grito de una madre que entiende cual ha sido el destino de su hijo. La gente no puede hacer más que mirar con impotencia los restos del cohete que caen al mar, deseando que su familiar este vivo, aunque eso sea imposible. Christa McAuliffe se sumía en las profundidades del océano junto con sus seis compañeros para ser encontrada años mas tarde; los cuerpos tan demacrados que sería imposible identificar quien era quien.

            El mundo se sumió en un día de luto. El presidente de EE. UU., Ronald Reagan, que se suponía que debía dar el discurso de la Unión esa misma noche, lo aplazó para rendir homenaje a los astronautas que perdieron la vida en el accidente; donde dijo uno de los discursos mas conocidos de la era espacial: «Nunca nos olvidaremos de ellos, ni la última vez que los vimos, esta mañana, cuando se preparaban para su viaje, decían adiós y se soltaban de los lazos de la Tierra para tocar el rostro de Dios. A veces, cuando intentamos llegar a las estrellas, nos quedamos cortos. Pero hay que volver a levantarse y seguir adelante a pesar del dolor”.

Tras el accidente, una comisión denominada como “Comisión Reagan” se encargó de reconstruir los hechos y definir que había ocurrido para que un vuelo tan bien encaminado hubiese acabado de la forma más trágica. Tras años de investigación, se determinó que un fallo en la junta tórica había permitido la salida de gases de uno de los aceleradores de combustible sólidos. Estos gases alcanzaron temperaturas tan altas que funcionaron como un soplete, seccionando la parte de la estructura que lo unía al transbordador. El ACS giró sobre sí mismo e impactó en el tanque de combustible. Se consideró que la lanzadera no había “explotado”, sino que las fuerzas aerodinámicas habían destruido la aeronave al verse desplazada de su curso.

Se cree también que los astronautas sobrevivieron a esta primera destrucción, y que murieron cuando la cabina de mando impactó contra el agua, matándolos a todos en el acto. Se descubrió que el fallo en la junta tórico mencionada antes fue advertido por una enrome cantidad de ingenieros, y a pesar de que hubo un grupo que se opuso al lanzamiento debido a las bajas temperaturas, sus superiores los silenciaron para conseguir el despegue, en una muestra de negligencia enorme. El accidente de la Challenger cobró una importancia vital, y se convirtió básicamente en uno de los últimos clavos del ataúd de la NASA y la carrera espacial. Hoy en día es una muestra acerca de cómo los peligros de seguridad y la negligencia humana pueden ocasionar desastres enormes, y ha quedado en la memoria de muchos americanos de niños como un evento catastrófico a escala nacional. El accidente de la Challenger permanecerá por siempre como una mancha en la carrera espacial, y hoy los recordamos 37 años después para rendir homenaje a los “caminantes de las estrellas”.

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