
¿Quién no ha sentido alguna vez estrés? Seguramente hayáis escuchado que puede afectar negativamente a nuestra salud, incrementando el riesgo de padecer desde un simple resfriado hasta problemas más serios como enfermedades cardiovasculares.
Un estudio llevado a cabo en Estados Unidos en 2013 nos proporciona valiosas lecciones sobre cómo revertir estos efectos perjudiciales. Se encuestó a 30,000 adultos, indagando sobre la cantidad de estrés experimentado en los últimos años y la percepción que tenían de su impacto en la salud. Ocho años después, se revisaron los registros públicos de defunción. Los resultados mostraron que aquellos que habían experimentado mayores niveles de estrés tenían un 43% más de probabilidad de fallecer. Sin embargo, este hallazgo fue significativo únicamente para aquellos que creían que el estrés era perjudicial para su bienestar.
Curiosamente, aquellos individuos que consideraban que el estrés les afectaba de manera positiva presentaron el menor riesgo de mortalidad, incluso en comparación con aquellos que apenas experimentaban estrés. Este resultado llevó a los investigadores a concluir que las personas no morían a causa del estrés en sí, sino más bien por la creencia de que el estrés tendría efectos negativos en su salud.
¿Podría ser esto cierto? Sonaba contradictorio.
La ciencia continuó explorando esta conexión. La percepción que tenemos sobre los efectos del estrés impacta directamente en la respuesta de nuestro cuerpo ante situaciones estresantes. Harvard llevó a cabo un estudio social sobre el estrés, sometiendo a los participantes a pruebas bajo condiciones estresantes. A un grupo no se le proporcionó información, mientras que al otro se le indicó que interpretara los signos de estrés como síntomas beneficiosos: su cuerpo se estaba preparando para la acción. Este segundo grupo no solo experimentó menos estrés, sino que también demostró más confianza en sí mismo, un desempeño laboral superior y, lo más sorprendente, los síntomas físicos del estrés cambiaron. Aunque el ritmo cardíaco se aceleraba, los vasos sanguíneos permanecían dilatados y relajados, evitando así los efectos negativos del estrés. Este estudio respalda la idea de que nuestras creencias acerca del estrés están directamente relacionadas con su impacto en nuestro cuerpo.
Por lo tanto, la próxima vez que sientas estrés, si deseas minimizar su efecto negativo, considéralo como la preparación de tu cuerpo para enfrentarte la situación en lugar verlo como un síntoma negativo.
Bibliografía:
https://www.health.harvard.edu/staying-healthy/understanding-the-stress-response
Por indicación de uno de vosotros, participantes, he visitado por primera vez ‘el juvenil’.
Gran enhorabuena por la idea, la puesta en práctica y las varias y variadas colaboraciones.
Apuntáis muy alto, amigos. Que sea así en todo. Abrazo colega de un jesuita muy mayor.
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